Escuchamos “La llamada” (“The Call” en inglés) durante tres cuartos de la película pero luego colgamos. Se trata de un thriller compacto y serpentina que se descarrila justo antes de la conclusión. Y esto resulta realmente triste porque Halle Berry realiza aquí una de sus mejores actuaciones en lo que va de mucho tiempo y el director Brad Anderson («Transsiberian») explota la paranoia haciendo palpable el miedo que provoca ser la presa un ofensor sexual o asesino en serie.
Halle Berry encarna a Jordan, una telefonista de servicios de emergencia en Los Angeles, que pasa el día respondiendo sin cesar llamadas que muchas no tienen nada de urgente. Está el borracho que anda en busca de alguien que escuche sus pesares por la línea telefónica y las llamadas para avisar sobre los gatos y otros animales perdidos y a veces hay llamadas de personas que quieren ordenar pizza. Pero cuando Jordan recibe una llamada de emergencia real de Casey (Abigail Breslin), una joven secuestrada de un centro comercial. El captor encierra a la secuestrada en la cajuela del automóvil y luego maneja a toda velocidad para salir de la ciudad con su presa. Según los indicios transmitidos por la propia víctima, el raptor parece ser el mismo hombre que mutilo y asesino otra joven cuya llamada también fue atendida por Jordan antes de que esa joven padeciera a manos del monstruoso asesino. Jordan nunca logró sobreponerse al sentimiento de remordimiento y tristeza debido al infructuoso esfuerzo por salvar su vida. Esta vez Jordan está decidida a no permitir que ocurra lo mismo con Casey.
Buena parte de la película “The Call” consiste de tomas de cerca del rostro de Abigail Breslin en los confines de la cajuela del automóvil intercaladas con las tomas de cerca del rosto de Halle Berry conversando a través de un teléfono de manos libres. El nivel de exigencia es sumamente elevado para ambas actrices porque ellas deben incorporar en sus actuaciones más que una simple expresión de terror abyecto (en el caso de Abigail Breslin) y de terror difícilmente oculto (en el caso de Halle Berry)y ambas responden al reto.
Brad Anderson no cesa de subir el nivel de la tensión con los encuentros del secuestrador con personas desconocidas que sospechan del raptor de Casey y tratan de salvar a la pobre joven de la cajuela. A diferencia de Hitchcock, que hubiese creado un guión mucho más perverso donde existiría más identificación con el secuestrador, “La llamada” se queda atrapada dentro de un sicópata unidimensional, un ser extraño que conduce un automóvil de marca Camry. Y pese a ello La llamada no cae completamente dentro del sensacionalismo sino en los últimos veinte minutos de la película cuando Jordan, el personaje encarnado por Halle Berry, decide salir de la oficina de trabajo para ir ella misma a salvar a Casey. Se trata de una grave transgresión de lo que había sido hasta aquí una estructura paralela llena de suspenso tan efectivo como de un gran reconocimiento a lo largo del tiempo.
En relación a ello vale la pena mencionar un comentario que fue hecho hace años durante la presentación de la película “Rear Window”. En la sala de cine hubo un cinéfilo que dijo que Hitchcock había tomado una decisión equivocada y que hubiese sido mejor que Jimmy Stewart, a pesar de sus piernas rotas, hubiese perseguido a Thorwald, el personaje encarnado por Raymond, por toda la ciudad de Nueva York. Claro que eso hubiese sido contradictorio al concepto establecido para la película. Sería interesante saber si el que hizo el comentario fue Brad Anderson ya que lo que vemos ocurrir en “La llamada” es idéntico. La película parece nadar en una zona muerta.