No se puede llegar al “Grand Budapest Hotel” sin algo de equipaje de Wes Anderson. Y es muy posible que si usted ha reservado una visita a este película ya usted ha disfrutado de otras excursiones a las “ Wes Indies” (no pude evitar hacer este juego de palabras, y disculpen que solamente funciona en el idioma ingles; prometo no seguir haciendo tales juegos de palabras), sobre todo con “Rushmore”, “The Royal Tenenbaums” y el encantador y más reciente “ Moonrise Kingdom”. Por otra parte usted pudiera ser una persona aventurera – un diplomático curioso que nunca entendió el humor seco pero que no puede dejar de estudiar los panfletos de su más reciente excursión europea. Ni una ni la otra comunidad debe dejarse influenciar por las expectativas que le atribuyen a Anderson – sean elevadas o subterráneas – cuando planifiquen las excursiones a Budapest. ¡No importa de quien se trate esta película encantará, y más, a todos!
Si bien The Grand Budapest Hotel permanece fiel al estilo del creador, la película marca un giro para Anderson desde varios aspectos. El primero de ellos es la intriga: en este caso hay una. ¡Y es excelente! El público está acostumbrado a que las películas de Wes le den una mirada a las almas inertes de los hombres-niños – o de los niños-hombres (Moonrise) o de los zorros (¿ya adivinó el nombre del largometraje?) — cuyos viajes se definen por ser delimitados a la interiorización. Sin embargo, poco después del inicio de «Grand Budapest » nos vemos envueltos en una aventura autentica con uno de los héroes más atractivos creados por el director a la fecha: el didáctico Gustave H. (Ralph Fiennes demuestra un dominio que no nos habíamos imaginado en este campo de la comedia simpática) que invierte su corazón y su alma en este hotel, un oasis de nobleza en la Europa decadente de los años 1930. Gustave es transportado de su nirvana sadomasoquista de control sobre todo y cada uno de los aspectos de esta institución en la cima de la montaña para ser lanzado en una aventura locuaz – que hace recordar – y no por accidente – las comedias de Hollywood de esa época que incluyen asesinatos, incriminación, el robo de obras de arte, la evasión de la cárcel, el amor, las relaciones sexuales, la envidia, las sociedades secretas, las persecuciones a toda velocidad… y créanme que a pesar de toda esta información no le hemos arruinado la película. Durante el recorrido conoceremos a una valiente panadera (Saoirse Ronan), un abogado dedicado (Jeff Goldblum), una personalidad mundana impetuosa (Adrien Brody) y su acólito psicópata (Willem Dafoe) como también los actores regularmente buscados por Anderson se hacen presentes. El director demuestra su proeza para el trabajo a gran escala y no solamente de pequeña escala trabajar a gran escala ofreciéndonos rarezas caricaturescas con el mismo sentido de la vida real que una aventura al estilo Billy Wilder o de una de las películas más exitosas del dúo que formaron Bob Hope y Bing Crosby en las distintas películas “Road to …”.
Para anclar este ambiente algo alocado en una planeta identificable como la Tierra (sin sacrificar ni un momento de comedia) se establece la continuidad mediante la amistad naciente entre Gustave y su asistente de la recepción Zéro (el novato Tony Revolori, cuya interpretación es una mezcla sin precedente y palpitante del estoicismo y humildad temperada de Wes Anderson), el único ser viviente que considera le otorga tanta importancia como Gustave al hotel Grand Budapest. Nosotros, el público, agradecemos esta unión de dos personajes absurdos en la búsqueda más allá de los límites establecidos de la peculiaridad: la importancia de permanecer fiel a las creencias, a lo que comprendemos y amamos en un mundo que cada día tiene menos y menos sentido. La Segunda guerra mundial de Anderson no encierra quizás un tono tan fuerte como lo que asociamos en la cinematografía moderna pero sí se nota un efecto de horror glacial y sombrío, pero hay de todas maneras cierta sensación de miedo congelante y oscuro disimulado debajo de la superficie de “Grand Budapest”. Detrás de cada risa, paisaje único y otros chistes existe un miedo pulsante que le da sentido al conjunto. Pese a que los mundos pintados en “Rushmore”, “Tenenbaums”, “Fantastic Mr. Fox” y “Moonrise” parecían contar con una vivacidad asombrosa ninguno alcanzó a hacernos sentir el mismo peso y profundidad de alma transmitida en esta nueva obra. La magia vive en Grand Budapest Hotel. Son muy pocos los lugares como este hotel sobre el planeta. Y tampoco son muchas las películas como Grand Budapest Hotel.