No cabe duda que no debe ir a ver una película como “The Hundred-Foot Journey” sin haber ingerido algo de alimento, pero tampoco vaya si tiene sueño no porque no aguantará hasta el final. Pese al título que sugiere un ambiente de aventura, la película no tiene la menor intención de despertar en sus espectadores más que un estado de dulce placer. En lugar de una aventura se nos ofrece saborear un momento de vida: se trata de una celebración sin gran alarde de la familia, de la amistad, de la cultura y de la cocina. De hecho, se rinde homenaje a la vieja máxima que dice que hay que tomarse el tiempo para oler el perfume de la rosas (o de recolectar champiñones comestibles).
Pero ese encanto alegre y algo anticuado y pintoresco también termina siendo el problema fundamental de la película: las cosas parecen ser demasiado fáciles. Nos vemos transportados a la vida más o menos como podría ser en una familia de cocineros de India que se establece en una pequeña aldea en Francia, ceñimos las cejas cuando vemos la situación que enfrentan al toparse con la francesa dueña del restaurante y muy opinada sin que se pueda decir que es del todo mala, y terminamos felices disfrutando cuando todo termina bien para todos los personajes involucrados.
Sin embargo los personajes en juego tampoco fueron suficientemente desarrollados. No se llega ni siquiera a conocer bien al héroe Hassan (Manish Dayal), el cocinero talentoso desgarrado entre sus raíces y sus aspiraciones… o entre su trabajo y su vida sentimental… o algo parecido. Por lo tanto resulta inútil tratar interesarse por sus problemas – quemadas en las manos, una triste relación y un trabajo que no es exactamente lo que había soñado.
A pesar de todo, aunque los personajes sean excesivamente simples no se puede unos quejar ya que pasamos momentos muy agradables. Tal como lo esperábamos Helen Mirren es un verdadero deleite en las escenas glaciales – particularmente cuando muestra ese lado condescendiente hacia sus nuevos vecinos o al hacer muecas mordaces escondida detrás de sus cortinas — y en las que se muestra más afectuosa. Om Puri, que encarna al valiente padre de Hass, es un hombre astuto irreverente y travieso. Una media docena de los personajes son ignorados pero hasta esto es difícil que nos importe ya que el mayor atractivo de “The Hundred-Foot” son las discusiones pasivas-agresivas entre Madame Mallory (Helen Mirren) y «Papa» (Puri) las verdaderas joyas de la película.
Finalmente, esta película muy característica del estilo de Lasse Hallström no intenta provocar, cuestionar y tampoco instituir algo nuevo. Solamente busca evocar los placeres sencillos, lentos y tiernos de la vida. Es un plato ligero, pero delicioso.