Lo que diferencia una película biográfica de toda otra película centrada en un personaje, es que uno no se espera a que una historia verdadera pueda resolver o absolver los errores de los personajes centrales. Al contrario de sus homólogos ficticios, las personas reales siguen siendo imbéciles durante toda su vida adulta, y terminan por dejarse llevar por las mismas faltas mortales que los debilitaron desde el principio. La tarea de darle sentido al personaje se convierte en tarea del director. Que se trate del asombro, el progreso o incluso del horror que representa la vida de un individuo en particular, el director debe darnos una razón para guardar este largometraje entre nuestros recuerdos. En vez de tratar de crear un vínculo de cariño entre el cinéfilo y el personaje fascinante que era Steve Jobs, o por lo menos de tratar de despertar nuestra curiosidad, la película da por sentado que ya todos tenemos conocimientos de él.
Se supone que toda persona que vaya a ver una película biográfica sobre Steve Jobs ya tiene un interés establecido y cierta familiaridad con el fundador de Apple, que murió de cáncer en el 2011. Pero eso libra a la película de la obligación de mostrar a sus espectadores que Steve Jobs es un sujeto que merece su atención. Y tampoco dispensa a Ashton Kutcher de su responsabilidad de dar vida a un personaje verdadero en vez de gritar para mostrar su enojo o llorar para reflejar su tristeza. Pero la película “Jobs” no muestra mucha preocupación por sus obligaciones hacia la historia. Sencillamente, la quiere contar.
A fin de cuentas, participamos en un seminario de dos horas sobre Steve Jobs. El director Joshua Michael Stern y la estrella Ashton Kutcher conversando sobre la vida y la carrera de Jobs, bromeando sobre sus excentricidades y no esconden ciertas decisiones menos elogiables (como el hecho de haber abandonado su bebé, despedido empleados de Apple por el mero hecho de no compartir sus puntos de vista). Para la buena suerte de Stern, la historia es interesante. Pese a sus fallas, Steve Jobs es una persona realmente fascinante que descubrir. Pero “Jobs” parece un reportaje pedagógico sobre su vida. Y quienes conocen ya su historia (y que son los más susceptibles de ir a ver la película) no encontrarán nada nuevo.
Pero el problema todavía más fundamental del método es el resultado que produce: una película que luce incompleta. Otros buenos largometrajes biográficos que presentan personajes imperfectos como Steve Jobs, han igualmente logrado darle un significado más profundo al guion. Gracias a ello el cinéfilo ha podido partir de la sala de cine sin llevarse la impresión de haber perdido dos horas viendo una historia que ya sabía. No hay nada que el director pueda hacer por cambiar que el Steve Jobs de los años 2000 sea el mismo hombre de confianza que usaba las personas y rechazaba las ideas de los demás en los años 70 y 80. Pero el director sí debe saber cómo trabajar en torno a esta realidad. Sí debe poder transformar esta colección de anécdotas en una historia global que exige un final que sea distinto del comienzo. No se trata solamente de hacer cine sino también de relatar una historia.
Y si no se realiza el esfuerzo por adaptar la vida de Steve Jobs a las exigencias de la narración, o sin un verdadero esfuerzo por parte de Ashton Kutcher en desarrollar un personaje interesante, pues nuestra salida al cine resultará siendo de poco merito. Puede que Steve Jobs sea una persona interesante, y que su historia valga la pena de ser contada… puede ser que la duda que exista al respecto sea lo que mantenga a flote este trabajo cinematográfico.