Aquí sí que tenemos una tarea exigente: tomar lo que podría bien ser la más vieja y más conocida historia del mundo y contarla de una manera que resulte innovadora. Durante las dos horas de su duración, el largometraje Noah de Darren Aronofsky adopta muchas formas — la fantasía en el estilo de Tolkien, thriller psicológico, disección despiadada de los puntos más oscuros de la fe abyecta – sin jamás sentir que estemos rígidamente atrapados en los parámetros de una historia que nos resulta muy familiar y que todos hemos experimentado bien sea como historia para acostar a los niños, como clases para ensenar religión y dibujos animados llenos de vegetales. Y a pesar de las innumerables formas que hemos visto tomar para esta parábola a lo largo de los últimos miles de años Darren Aronofsky logra encontrar algunos nuevos ángulos.
La impresión del director queda sólidamente marcada en su Noah, encarnado por Russell Crowe, un hombre que inicia su viaje como un simple servidor de Dios y que evoluciona hasta transformarse en un humano dimensional tan torturado como la bailarina encarnada por Natalie Portman o el toxicómano adicto a la heroína encarnado por Jared Leto. La obsesión y crisis de Noah: su fe. Noah está decidido de llevar a cabo la misión celestial que le fue confiada en sus visiones ambiguas y psicodélicas. Dios quiere que él haga algo – ¡atención spoiler! : construir un arca. Y él lo va a hacer. Sin importarle las dificultades que surjan.
Nada lo podrá detener – poco importan las implicaciones que pueda tener sobre su familia, sobre su línea de descendientes, la raza humana y el mundo. Él lo hará. Darren Aronofsky no será desviado por nada – él explora este concepto muy sencillo — la naturaleza de la devoción absoluta — para transformar una historia sencilla para niños jóvenes en un asunto cautivador. Aunque la trama no se aleja mucho de los temas explorados en sus obras precedentes la aplicación de las ideas expresadas en “Requiem for a Dream, “The Wrestler” y “Black Swan” en este largometraje no da la impresión de ser un re-enlatado. La experimentación con ideas modernas y humanitarias en una historia bíblica de talla épica resulta ser una prueba palpitante.
Los elementos más asombrosos de Noah, y sin duda los más sorprendentes emergen también cuando Aronofsky emprende el camino del cosmos. Va más allá de lo literal para trasladarnos a otras eternidades para ver la creación del universo de Dios, de la materia que estalla de la nada, la aparición de creaturas y su evolución (de verdad) de una creatura a otra mientras que el planeta sigue su progreso hasta llegar al encuentro con nuestro marino torturado. La imaginación de Aronofsky, su habilidad de creador mágico de la cinematografía alcanzan la cima (no sólo con respecto a esta película sino que también en relación con toda su carrera) con estas escenas.
Al colocar todo esto junto con la humanidad conmovedora de su historia – y no solamente basándonos en la espiral existencial que vive Crowe — Darren Aronofsky alcanza algo que nunca antes hubiésemos imaginado de Noah. Es científica, catártica, humanitaria. Increíblemente esta historia antigua es, aquí, nueva. Y más allá de este éxito se trata de un regreso bien logrado.