Claro que si nos amenazaran con un arma de fuego en la frente encontraríamos algo positivo que decir sobre “300: Rise of an Empire". A quemarropa pudiéramos decir que la pelicula propone un aspecto estético agradable, con un valor de producción impresionante y unos espectaculares rinocerontes gigantes. Pero estos elementos no pueden ser apreciados aisladamente porque han sido cosidos dentro del gran tapiz de dolor desprovisto de alegría alguna y que infestará su pensamiento consciente desde el momento en que inicia la historia.
El problema no es tanto que la continuación de “300” no alcance su objetivo. La película presenta exactamente lo que promete: sangre, combates frente a frente con espadas, relaciones sexuales vibrando de furia, máximas imbéciles sobre el honor y la masculinidad y el amor de la batalla. El problema reside en el hecho de que el objetivo por alcanzar no es más que una agonía deshumanizante. Al vincularse con un afán exagerado y tiempo excesivo a su declaración de misión con el fin de sobrepasar la película anterior dirigida por Zack Snyder en términos del alcance, la escala y los litros de sangre derramada, la nueva película “Rise of an Empire” del director Noam Murro no consagra esfuerzo alguno en filtrar la locura espectacular para crear semblanza alguna de humanitarismo de la primera película. Pero no lo logró.
Han transcurrido ocho años desde el estreno de “300”. No lo acogimos con gran afección pero por debajo de su capa de violencia intensa sí supo presentar una imagen tangible de quien era el rey Leonidas, de la razón por lo cual surgió esta guerra y por qué Esparta era tan importante. Pero en esta oportunidad no comprendemos nada - incluso después de tantas explicaciones torpes; lo único que sí queda claro es que hay dos grupos que se odian.
Con personajes que no aportan nada, el material no es más que un relleno entre las grandiosas escenas de batalla. Pero cuando el material es tan insignificante como el de “Rise of an Empire”, las batallas suntuosas tampoco vuelan lo suficiente alto. Nada más que relleno entre los títulos del inicio y los créditos del final. La película parece un juego de Candy Crush que nos entretiene durante el trayecto en metro. Jugamos con cierto desprecio y no nos divertimos mucho pero allí estamos de todas maneras.