El éxito de “Ender's Game” se apoya en una gran suposición: que todos los espectadores en la sala, e incluso quizá todos los espectadores del mundo quieran participar en un campamento espacial. En la mayoría de los casos es cierto. Un campamento espacial es casi como ir a un lugar paradisiaco, incluso para quienes sufren de vértigo. Todos hemos deseado en algún momento de nuestras vidas vestir el traje de astronauta y flotar en cámaras sin gravedad, luchar con armas de laser y aprender los secretos de la guerra de los extraterrestres.
Estos sueños increíbles están al centro de la adaptación del clásico controversial del director Gavin Hood — la mayor parte del tiempo que pasamos junto a Ender Wiggin (Asa Butterfield), es cuando estamos junto con él cuando está en la escuela militar. Vemos extractos de video de un batallón que destruye un ejército de invasores y que se desplaza en el espacio sin gravedad durante los partidos de rugby espacial donde las apuestas son altas. Durante estos capítulos uno se divierto de lo lindo.
Pero hay que admitir que no se trata de un placer sin límites. A lo largo de la historia Ender atraviesa por esos difíciles momentos de transición a la edad adulta al igual que lo hicieron en algún momento también otros preadolescentes como Sean Astin y et Daniel Radcliffe. El no calza en el molde. El no sabe quién es. Y tampoco quiere a la persona en la cual se está convirtiendo. El no es un personaje demasiado difícil de digerir y ofrece la cantidad precisa de información para despertar nuestro interés por saber si él gana o pierde en el momento de los juegos tácticos frente a aquellos que lo molestan en la escuela, o si va a ganarse el afecto del personaje encarnado por Hailee Steinfeld, una joven soldado como él.
Pero esta historia de un joven que lucha contra sus talentos intelectuales y dificultades emocionales se encuentra colocada en la mitad de una película que parece más interesada en hablar de otra cosa. Aunque haya leído la novela, o si escuchó « la gran revelación » de la historia mientras conversaban sus amigos bocones que no tienen la menor idea de las reglas convenidas sobre las películas, se sorprenderá por el final que le espera a Ender. Porque surge inesperadamente de la nada.
El encaminamiento emocional del personaje está tan estrechamente ligado con los acontecimientos a su alrededor que usted se sentirá confundido al ver que los dos aspectos entran en colisión. Usted se preguntará si se quedó dormido durante alguna escena esencial para comprender la historia, o dudara incluso de sus habilidades para percibir las sutilezas de los indicios señalados. Pero sea tan duro con si mismo: “Ender's Game” busca conquistas dos mundos (el primero al interior del héroe, el segundo al exterior de las naves espaciales), pero no profundiza suficientemente ni en uno ni el otro para que funcione. El guión no florece sino muy superficialmente la superficie de la ciencia-ficción y pasa exactamente lo mismo con Ender — su personaje no es lo suficientemente complejo para merecer que suspendamos nuestra incredibilidad, como quisiera la película.
Pero todo ello no es forzosamente necesario para que podamos pasar algunos momentos agradables viendo “Ender's Game”. Con una dosis justa de tristeza para darle profundidad a la intriga, una actuación asombrosamente calurosa de un director de escuela que le derretirá el corazón (Harrison Ford) — es decir cuando no está levantándose lentamente y mirando directamente a la cámara — y ante todo lo demás, el gran placer de disfrutar del ambiente sin gravedad que se pueda desear, “Ender's Game” es una excelente opción para toda persona que quiera librarse del mundo durante un par de horas.