Tres noches en vela y una mañana energizada a punta de cafeína luego de ver el largometraje “Labor Day”, y sigo esperando pacientemente el momento de iluminación. Estamos a la espera de ese giro, el retorno, la gran revelación que mostrara que Jason Reitman — un creador de talento reconocido y guionista dotado que creó material sofisticado para los personajes en cada una de sus películas anteriores – había contado una historia distinta a la que pensamos haber visto. Esto demonstraría que no entendimos o que algún detalle crucial, el néctar de honestidad escondido bajo varios niveles de pastelería teatral. Gracias al respeto que le tengo a Jason Reitman, a los actores Kate Winslet y Josh Brolin, y a un puñado de colegas críticos de cine que descubrieron belleza en “Labor Day”, me aferré a la idea que sencillamente había sido yo él que no había captado la autenticidad de la película. Pero basándome en lo que yo sentí al ver el largometraje–ustedes bien comprenderán que todos tenemos fechas tope de entregas para nuestro – la conclusión era que la película es simplemente nula.
No se trata de un crimen sin víctima ya que “Labor Day” nos traslada al domicilio de la depresiva y ansiosa Adele (Kate Winslet) y su hijo de doce años Henry (Gattlin Griffith), que promete una historia que nunca llegamos a oír. La película hace un gran salto a las luchas internas de Adele con su desequilibrio mental y lo que parece ser un complejo de Edipo naciente– adoptando un estilo narrativo propio de un Tobey Maguire resfriado – se escucha a Henry decir que su madre significa todo para él: él le da masajes en la espalda, llena la tina con agua para sus baños, la acompaña en las salidas y dice que él es como un marido para que ella no sienta tanto la soledad que la paraliza (Clark Gregg encarna al padre ausente de Henry, un padre que exige que los otros “sean fuertes” porque él vive en otra parte del pueblo con su familia “mejor”). Durante una salida por el pueblo Adele y Henry se topan con Frank (Josh Brolin), un hombre cubierto de sangre y a la fuga de la cárcel que amenaza sutilmente el bienestar de Henry para que Adele se decida a llevar a su hogar donde será hospedado y alimentado hasta recuperar la fuerza para cruzar la frontera.
Y por supuesto, luego se enamoran el uno del otro obviamente. Una vez que Frank se instala cómodamente en el hogar de Adele él empieza a mostrar otro lado de si mismo – un hombre perfecto que sabe reparar los escapes de agua de las tuberías, cultivar el jardín, hornear pasteles y lograr que esta mujer atormentada salga del caracol donde se esconde. Resulta fácil comprender que ella se siente atraída por Frank – él es como un regalo enviado del cielo, la versión masculina de tantas actrices como las Natalie Portman, las Kirsten Dunst y las Zooey Deschanels que caen del cielo para mejorar la situación para sus novios que atraviesan una mala racha mostrando una espontaneidad, cantando, preparando los obsequios fúnebres para las pequeñas mascotas y tartaletas de fruta. Es imposible resaltar la importancia de las tartaletas en este largometraje; aparecen por todas partes.
Más que simplemente mantener a Frank fuera de la vista de los vecinos molestosos resulta ser que no parece ser de mayor consecuencia el hecho que Frank sea un criminal evadido de una cárcel y que haya amenazado a su hijo con el simple propósito de obtener un escondite. “Labor Day” no hace mucho esfuerzo por restaurar la moral ni en excusar a Frank; incluso quiere hacernos pensar que nos equivocamos en desconfiar de él desde el principio. Pero hay que decirlo; a este hombre – pese a todas sus cualidades positivas – es un grave problema.
El otro problema patente en “Labor Day” es la estrella femenina, Adèle la cual se convierte en el blanco de las atenciones de Frank únicamente por ser ella lo suficientemente vulnerable para dejarse convencer en llevar a Frank a su hogar. Y con tantos problemas con la historia de amor al centro de la intriga ni siquiera se ha tocado el tema de Henry: un joven escolar con una personalidad jovial y sexualidad que empieza a despertar es el encargado de la narración. Cuando llegamos a conocer a Henry lo vemos como un jovencillo que sostiene una relación complicada con su madre – a la cual el mismo ve en parte como una esposa – claro que sin beneficio y ni siquiera espacio para explorar. Aunque se trata por un momento la desconfianza de Henry hacia Frank luego es completamente olvidada. Casi todo lo que pudiera ser útil para desarrollar al personaje de Frank es tratado en los tres minutos del epilogo del largometraje. Atención a los spoilers y a las tartaletas de frutas; estas últimas abundan.
Al inicio de la película el espectador pensará que es una historia interesante. Pero desde el momento en que los acontecimientos van tornándose más y más ridículos, y por ende inaceptables, usted se preparará para aquella revelación profunda y resaltante que borrará toda semblanza de insuficiencias. Han transcurrido ya tres días pero sigo sin poder encontrar el elemento que pudiera darle mayor significado al largometraje. Quizás pudiera estar el mensaje faltante disimulado detrás de la falsa cortina teatral. Pero allí tampoco hay más que personajes unidimensionales, una historia de amor mal desarrollada y otras historias mal concebidas y un exceso de tartaletas de frutas.